¿Sabías que ocho de cada 10 internautas españoles son usuarios de redes sociales? Eso son muchos millones de personas: alrededor de 16. Y las preferencias se concentran principalmente en Facebook y WhatsApp, con un 76%.
¿Y qué es lo que más nos gusta hacer en las redes sociales?: participar en chats y enviar mensajes. O sea, comunicarnos. Y ese es el gran valor de estas plataformas para los usuarios. Y también, obviamente, para las empresas que pueden contar cosas y hacer a sus potenciales clientes cómplices de sus productos o marcas.
Una de las claves para conseguir esa complicidad tan ansiada es el humor. Lo que hace gracia es más susceptible de ser compartido y, por ende, llegar a más gente. El arte está en buscar el equilibrio entre lo que es gracioso pero que a la vez sea adecuado para transmitirse desde una cuenta que representa a una empresa y que lo que busca, al fin y al cabo, es vender.
Y sirva esta reflexión para ir un poco más allá. ¿Cuáles son los límites del humor? Es algo que depende mucho de las sociedades. Los anglosajones suelen ser más laxos pero en España nos cuesta reírnos de nosotros mismos. Cuando nos mentan, nos sale ese orgullo de hidalgos castellanos que nos ensombrece el semblante.
Además, últimamente parece que se ha montado una cruzada contra el humor desde diferentes estamentos sociales. Un movimiento que aboca a lo políticamente correcto. Eso es bueno como empresa, pero no como individuo. Dice el mexicano Domenico Cieri Estrada que el buen humor es síntoma de salud mental. No le falta razón a la frase.
Por eso si quien gestiona tus redes sociales, consigue de vez en cuando sacar una sonrisa a tus seguidores, deberías ir pensando en subirle el sueldo. Y de paso, echarte unas risas.